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  -MANIFIESTO-


Somos la generación de la inmediatez y la impaciencia o eso es lo que me han dado a entender durante estos años de educación.

Queremos las cosas en el momento y sin complicaciones. Esto ha hecho que proliferen las plataformas de logística y transporte para poder hacernos llegar los productos que adquirimos vía internet con tan solo un click, pero ¿no es mucho más rápido acercarnos a la frutería de nuestro barrio a por lo que necesitamos?

En qué momento se ha dado la vuelta a este sistema en el que la comida que acabamos ingiriendo recorre miles de kilómetros hasta llegar a nosotros, en vez de consumir los productos locales de cuya calidad estamos tan orgullosos.

Nos han metido en la cabeza la idea de que la manera más inteligente de comprar es desde la comodidad de nuestras casas, sin darnos cuenta de todos los gastos que esto conlleva.

No ya solo monetarios, pues estos servicios suelen costar un plus al que los utiliza, sino energéticos y medio ambientales.

No nos damos cuenta de toda la contaminación que genera esta industria o simplemente hacemos oídos sordos a ello ya que estamos muy a gusto en nuestra burbuja de privilegios. Sin embargo, esto es un problema que nos afecta a todos por igual, aunque no queramos verlo, y debemos poner todo cuanto esté de nuestra parte por solucionarlo, pues hasta el más pequeño granito de arena significa una gran aportación.

Obviamente la industria sabe de qué pie cojeamos los consumidores y emplea todo cuanto tiene en campañas de marketing que hagan creernos que sus productos son los más ecológicos y buenos para un desarrollo sostenible.


Muestran una realidad distorsionada que nada tiene que ver después con los métodos que se han empleado para producir y entregar lo que se nos vende y nosotros caemos en sus tácticas sin ningún reparo, pues, aunque sabemos que no son del todo ciertas, nos dejamos engañar para así tener una conciencia tranquila.

Desde un punto de vista algo más personal, siempre en mi familia se ha inculcado el consumir productos de temporada cuya procedencia sea conocida y, si son proporcionados por personas allegadas a nosotros, incluso mejor.

Es por esto que no logro comprender como alguien podría elegir antes unas fresas de otro país, que han viajado medio mundo y que cuyos componentes
seguramente hayan sido modificados para hacerlos ver más apetecibles, que unas naranjas de temporada que ofrece nuestra tierra y cuyas características las acaban haciendo ser mucho más sabrosas.


Reconozco que yo tengo el privilegio de vivir en una zona donde la agricultura es la base de nuestra economía y, por ende, tengo mucha mercancía de este tipo a mi alcance. Sin embargo, vivir en ciudades no lo veo como un impedimento, pues siempre quedan resquicios de comercios que favorecen estas prácticas y es deber del consumidor apoyar estos negocios, pues así funciona la economía, oferta y demanda.

En un país en el que se hace gala de la dieta mediterránea y nuestra rica gastronomía, se debería poner mucho más en valor los productos artesanales relacionados con la industria alimentaria y fomentarlos, en vez de dejarnos llevar por lo que es tendencia en el resto del mundo.

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